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miércoles, 11 de julio de 2012

Entre lagrimas y llantos siempre hay algo o alguien que te salva.



Anoche mi mamá lloro por mi, porque no comía, me siento la peor persona del mundo, no comí. Le prometí  que mañana iba a comer algo. Aunque me reprocho que quería que coma hoy, porque tenía la presión muy baja y según ella los labios y las manos violetas, aunque yo no lo veía tan grave. Me estaba por sacar la notebook, y no me iba a dejar ir a Starbucks hoy, entonces antes de que desconecte el módem apague todo y me fui a dormir, cuando desperté eran las 7 de la mañana, y como siempre, como todas las mañanas corrí al baño y después a buscar la balanza, y ¡si! a pesar de todo, lo malo que no comer causaba en mi entorno social, me causaba felicidad a mi, saber que esos kilos estaban bajando y que había llegado a ser capaz de bajar un kilo por día, dos por no comer y uno por no cenar, sabía que era capaz de llegar al extremo profundo de las cosas, y que cuando se me metía algo en la cabeza era demasiado difícil que alguien me haga cambiar de opinión, me sentía poderosa, podía controlar situaciones muy fácilmente, pero esa no era yo, no era yo la que quise llegar al extremo del abismo, cuando ya iba a caer, no era yo, era Amanda, ella mandaba en mi mente, ya se había apoderado de ella, no tuvo piedad ni por el llanto de mi mamá, no me hizo tener piedad de nadie ni nada, me hizo ser fría y gélida, ya no utilizaba ni los sentimientos,  y a costa de todo esto, lo único que me hizo cumplir, fueron los números de los kilos que marcaba mi balanza de la felicidad. Y eso ya era suficiente para seguir con todo esto, y seguir haciéndole caso, aunque por un lado la preocupación de los que mas amaba me preocupaba mucho, por otro lado, me quería sentir bien, pesando poco, y eso era más fuerte que todo lo demás. Sentir el estomago vacío y sentirme frágil, liviana y delicada, era algo que literalmente me gustaba, nadie me podría entender si se los decía, solo el que alguna vez paso por esto me entendería, era así, ni los psiquiatras ni los psicólogos, me podrían decir que me entienden, porque nunca pasaron por esto y acá no sirven los libros estudiados si no la experiencia vivida. 

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